Por
Jeremías Martell
Desde la
plaza, los banderines se veían flotar por la calle que en la antigüedad llevaba
a la marina de cuidad. Esos banderines eran los estandartes de las logias del
país. Como los ejecitos invasores de la edad media, anunciaban la presencia de
los hermanos de la logia… de su marcha triunfal por la ciudad… la marcha de los
hipócritas.
Una de las obsesiones
de los hermanos de logia era reclamar a los próceres de la nación a sus rangos.
No importaba cuanto hayan participado en la logia, cuán lejos hayan llegado en
los grados… si por error algún prócer pisó una logia, la fraternidad lo
reclamaba como suyo.
La marcha
de hoy era un hipócrita reclamo de unos de los próceres del país… él era uno de
los nuestros le querían decir a toda la ciudad. Uno de los grandes e ilustres
de nuestra patria, que contribuyó grandemente al país ante el invasor y hasta
engendró a otro prócer que movió al país hacia la industrialización… la
educación… la salud…
Ambos
idealizados personajes de gestas míticas… pero no tan míticas como su
participación en la logia.
Este prócer
se había iniciado en la Muy Respetable e Inmaculada Logia Hijos de la Lucerna
del Alba. Había ascendido hasta el Segundo Grado y luego abandonó la logia. Jamás
volvió a ella y cuando se trasladó a un pueblito del centro del país, no se
incorporó a los trabajos de la logia de esa comarca. Verdaderamente la logia no hizo un gran
impacto en él, los ideales de la fraternidad
no se reflejaban en sus pensamientos, en sus ideas u obras.
Aun así es
reclamado como un gran hermano de logia.
Mas cuando
la fraternidad ha creado toda una leyenda sobre eses prócer y otro prócer que
era su rival político. Según la leyenda perpetuada en los hermanos de logia,
esos adversarios pusieron sus diferencias a un lado y se dieron un abrazo fraternal…. O alguna
tontería como esa… la hipérbole es el fundamento de las leyendas de las logias….
Y la hipocresía también….
No había
prueba mayor que en esa marcha de los hipócritas…
La tradición
dictaba cual debía ser el orden en la marcha. En la antigüedad, cuando una
ciudad había sido conquistada, los generales de los ejércitos triunfales iban a
la cabeza de la columna. Cuando una ciudad había sido conquistada pero no
doblegada los generales iban al final de la columna.
Cuando
estaba el Gran Maestro la marcha no se
organizaba por logias, si no por los graos e importancia de los hermanaos. Con
los estandartes en alto, los hermanos del Primer y Segundo Grado en la
vanguardia, como la carne de cañón que siempre serán. Seguido de los hermanos
del Tercer Grado. Finalmente, en la cobarde retaguardia, como la logia
anfitriona de la falsa que era esta marcha, los hermanos de la Muy Respetable e
Inmaculada Logia Hijos de la Lucerna del Alba con el Muy Respetable e ilustre
Gran Maestro, y su sequito de alcahuetes.
Esa
retaguardia estaba poblada por los más grandes hipócritas que podía producir
las logias. Un Arístides, el Venerable Maestro y usurpador de títulos. Simple
marioneta de una Ramona y Sebastiana. Ramona la eterna fuente de chismes y de
garatas. Sebastiana fuente de odio e intolerancia. Un triunvirato que no había
aportado algo de significancia a la edificación de la logia, pero ahora vivían
del esfuerzo y sacrificio de otros.
Su hipocresía
era evidente ante todos. Pero nadie decía algo. Sonreían y se daban abrazos
fraternales como si todo estuviera bien. Todos se regocijan en ella y los que
no se regocijaban terminaban embarrados con la mierda que salía de la escoria
que eran Arístides, Ramona y Sebastiana. Los hermanos de logia se eran cómplices
de la hipocresía y la glorificaban cuando celebraban una leyenda de un abrazo
fraternal… cuando lo menos que eran es ser hermanos…
Los más
grandes hipócritas no era ese triunvirato. , sino los miembros de las logias y
los oficiales del Gran Oriente Nacional y Soberano. Quienes sabían lo que había ocurrido y en el
silencio lo permitieron.
La marcha
de los hipócritas continuó por la plaza de la ciudad hasta que llegaron al lado
norte y se posicionaron a los pies de la estatua del prócer. Los estandartes
flotaban en la tenue briza. Burlón viento que hacía a los estandartes tronar
levemente. Lo cual ahogaba a las inconsecuentes que eran pronunciadas. Vacíos
discursos típicos de las logias. Insinceras palabras que se decían porque se esperaba
que se dijeran.
Un buen
final para la marcha de los hipócritas.