viernes, 17 de octubre de 2014

La Tumba




Por Jeremías Martell

            Las carcajadas de Jeremías retumbaban por todo el cementerio. Invadiendo la triste soledad de esa pequeña necrópolis. Risa que retumbaba y se multiplicaba entre las olvidadas lapidas de personas olvidadas. Su risa era incontrolada… indigna. Las carcajadas de una persona que había perdido todos sus cabales. De una persona que sabía que nadie lo veía.

            Sentado en la tumba frente a la de Santiago, la risa de Jeremías era una combinación de mofa e incredulidad.

            -La tumba de un Ex Gran Maestro.

            Entre carcajadas, decía de forma burlona una y otra vez.

            -Patético.

            Proclamada para sí con destellos de furia y decepción en sus ojos.

            Los “hermanos de logia” siempre alardeaban de sus majestuosos edificios y templos (aunque no lo fueran)… Santiago sentía especial orgullo por el edificio del Gran Oriente Nacional y Soberano. Dentro y fuera de la logia Santiago se comportaba como una primadona. Se pavoneaba con medallas en su pecho y “emblemas y símbolos” de los más suntuosos que el Gran Oriente Nacional y Soberano pudiera pagar… un Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro se lo merecía.

            Ahora en la “tumba fría”, sin flores o adornos, estaban los restos de Santiago. Olvidados. En una simple tumba de cemento, pintada de color blanco... sin finas terminaciones. Con una pequeña tarja imitación a mármol que decía, “Santiago, Ex Gran Maestro”. Con un diminuto “símbolo de la orden” hecho de plástico. Símbolo que un par de años las inclemencias del clima lo destruiría.

            Para completar, las ironías de la vida, en el lote del cementerio donde habían puesto el cadáver de Santiago, tenía las iniciales del nombre de Jeremías… Santiago pasaría el resto de la eternidad sometido bajo el nombre de su adversario.

            Jeremías disfrutaba de estar sentado sobre la tumba de Santiago. Era tan dura como la tumba del frente, pero esta se sentía mejor. Su sonrisa hubiera aterrorizado a cualquier visitante al cementerio. Pero nadie estaba allí.

            Luego de unas horas, Jeremías se levantó de un sólo movimiento. Mirando la tarjurcha que decía “Santiago, Ex Gran Maestro”… Jeremías cumplió con la promesa que le había hecho a Santiago esa última vez que se vieron…

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