Por Jeremías Martell
Ante las injurias de los hermanos, en especial
de aquellos que no conocían de las atrocidades que la fraternidad perpetró
contra él, Jeremías sonreirá. Era un gran gozo en su alma lograr que ellos se
descubrieran a sí mismos. Que ellos le dieran la razón.
Porque con cada “azote”… con cada condescendencia…
con cada injuria Jeremías lograba un triunfo. Porque cada injuria era una
trampa en la que ellos cayeron era diseñada para ponerlos en evidencia. Cada
vez que reaccionan era la demostración de un alma llena de culpa.
Tranquila y arrogantemente Jeremías les
advirtió,
-Jamas permitiré que se olvide los agravios que
se perpetraron contra los hermanos que ustedes abandonaron.
No les dejaré olvidar sus pecados… los perpetuaré
en “papiro y tinta”. Los esparciré por todos medios posibles a todos los
lugares que pueda para que todos sepan quienes verdaderamente son.
Mi promesa ante ustedes es esta…
Nunca olvidar.
Nunca perdonar.
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