viernes, 19 de diciembre de 2014

Pues, Yo Me Voy




Por Jeremías Martell

            A cualquiera que no fuera parte de la fraternidad, le parecería que lo único que los hermanos hacen es estar sentados. Por rimbombante que se llame la logia, en el templo, salvo pocas ocasiones, todos siempre están sentados. Especialmente cuando se les dan noticias.

            -Pronto todo se solucionará.

            Anunció quien en algún momento fue un inconsecuente Venerable Maestro de Logia. Luego de 2 años en el Trono de la Logia, era un Maestro de las “Intrigas de Palacio”. Dos años en que dirigió a los hermanos de su logia en una lucha contra la burocracia Kafkiana del Gran Oriente Nacional y Soberano. Sus esfuerzos traerían de nuevo a Cesar, Octavio y Jeremías a la Respetable Logia Jerusalén.

            Ante tal anuncio la emoción electrificaba a los pocos hermanos que quedaban en la logia. Era la justa conclusión al que había sido la labor de amor fraternal de 3 logias y varias docenas de hermanos.

            Luego de 2 años, los que se hubieran opuesto a ese retorno, ya no estaban en la logia. Miguel, ya había obtenido lo que deseaba, hasta dejó que lo expulsaran por falta de pago de sus cuotas. El Viejo Marcos ya no iba a la logia por la vergüenza que sentía, muy tarde se había dado cuenta que lo estaban utilizando. Arístides, Ramona y Sebastiana, habían logrado lo que querían… hacerle daño a la Respetable Logia Jerusalén.

            Hasta los metiches del Gran Oriente Nacional y Soberano y los Grados Superiores habían disminuido su intromisión. Santiago era irrelevante, ya no era el Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro. Nicolás utilizó la crisis en la Respetable Logia Jerusalén para ganar la elección al Gran Trono. Por su parte Bernardo utilizó la crisis para consolidar su posición en los Grados Superiores.

            Todos habían ganado algo… menos Lizardo.

            A pesar que fue quien comenzó toda la crisis por no querer tomar un examen. A pesar que apoyó a Miguel en todo momento y hasta vendió a su logia, Jerusalén, a Sebastiana… nadie le recompensó con algo. Nadie le dio lo que le habían prometido.

            Todos se habían ido. Sentado en su silla, estaba sólo en la logia.

            Su presencia era tolerada por los hermanos de logia. Era su deber fraternal. Sin embargo, la aceptación de los hermanos que quedaban en la logia no era verdaderamente importante para Lizardo. Él continuaba yendo a la logia más para matar el aburrimiento que por compromiso con Jerusalén o por amor fraternal… y para poder mantener informado a las sabandijas de Muy Respetable e Inmaculada Logia Hijos de la Lucerna del Alba y a los que estaban en los Grados Superiores.

            Quizás esta vez le darían las recompensas que le habían prometido.

            Inmóvil en su silla, Lizardo sabía que la alegría de los hermanos de logia  era un presagio de lo poco que lograría sacarle a la fraternidad si Cesar, Octavio y Jeremías regresaban.

            -Yo le aguanté un año como Venerable Maestro, que él me aguante a mí.

            Decía Cesar antes que comenzara la crisis. Lizardo sabía que vendrían tiempos difíciles… para él. Porque tan pronto Cesar cruzara por el portal de la logia, sería elegido al Trono de la Logia. Con esa elección la gente de Cesar serían elegidos a las oficialidades que Lizardo codiciaba… y le habían prometido.

            -Si ellos regresan a la logia, pues, yo me voy.

            Dijo Lizardo desde su silla, luego que el suspicaz Venerable Maestro le concedió la palabra. Sin parecer de su silla, con toda la vacía arrogancia que un fracasado podía proyectar, miraba a sus hermanos de logia. Todos permanecían en silencio. Serios, sin mirarlo. Nadie le pidió que no se fuera. Nadie abogó por él o por retirarles la “bienvenida”  a los 3 hermanos.

            Sombríamente Lizardo entendió… en silencio siguió sentado mientras la logia continuaba con sus trabajos. Tiempos difíciles le esperaban a Lizardo…

viernes, 21 de noviembre de 2014

El Fin… del Hermano Salomón




Por Jeremías Martell

            El Hermano Salomón escribía su Carta de Renuncia sin convicción en la faena. La escriba porque se la habían pedido. Porque había sido amenazado y se sentía coaccionado.La amenaza no era de daño físico… ni de muerte… a él o a sus seres queridos. Nada de eso. Era peor. La amenaza era a su honra… querían matar su nombre.

            Luego de años de fiel servicio al Gran Oriente Nacional y Soberano tenía que renunciar a la posición electa de Gran Secretario. Su posición. El Hermano Salomón había cometido una indiscreción.  De esas que son fácilmente justificables, simples de reprochar y enmendar. Ahora tendría que pagar… un precio muy alto. Ese es el precio que se le cobra a todo negro en la isla.

            Durante la pasada campaña electorera del Gran Oriente Nacional y Soberano el Hermano Salomón compitió por cuarta ocasión a la re elección por la silla del Gran Secretario. Como todo incumbente en una posición electiva tuvo una gran ventaja. Su nombre era mencionado casi semanalmente en todas las logias del país. Toda comunicación “de” y “al” Gran Oriente Nacional y Soberano llevaba su nombre. Al momento de votar por el próximo Gran Secretario, el hermano tendría muy presente en su memoria el nombre del Hermano Salomón.

            Aun así, que su nombre fuera reconocido, no era suficiente.

            Así que el Hermano Salomón comenzó a enviar cartas a  las logias sobre su intención de competir para la re elección. Luego enviando otras cartas donde resaltaba su “excelente labor como Gran Secretario”. Cartas que eran impresas con los recursos del Gran Oriente Nacional y Soberano. Incluía sus cartas entre la correspondencia oficial del Gran Oriente Nacional y Soberano que se enviaban constantemente a las logias.

            -Eso no es nada…  No son gastos extra. Las cartas se van entre los otros documento…
            Se justificó el Hermano Salomón.

            La popularidad por su “excelente labor como Gran Secretario” protegió al Hermano Salomón de los efectos politiqueros que sus cartas pudieran germinar durante la campaña electorera. Lo que nunca entendió fue que las cartas eran innecesarias para ganar las elecciones.
A nadie le sorprendió, excepto al Hermano Salomón, cuando cómodamente ganó las elecciones para Gran Secretario.

            Los perdedores no alzaron su voz en protesta. No pidieron recuentos. Ni hicieron escándalos. Ellos tenían otros medios para lograr esa silla. Ellos estaban dispuestos a “tranzar”. Eran tan buenos “hermanos de logia” que protegerían al Gran Oriente Nacional y Soberano y la dignidad de la Oficina del Gran Secretario. Sólo le pidieron al Muy Respetable e Ilustre Hermano Santiago la cabeza del Hermano Salomón.

            La petición que le hicieron a Santiago le causó gran dolor… él perdería al negro leal que le había servido como criado durante años.

            -Que importa.

            Se dijo a si mismo luego de una breve musa. El Gran Oriente Nacional y Soberano estaba lleno de lacayos en potencia, des testados deseos en servirle al Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro. Tal vez Santiago ahora lograría tener a un  criado blanquito, como los persas o árabes, eso le daría más estatus.

            Cuando Santiago le pidió la renuncia al Hermano Salomón, éste resistió la proposición.

            -Dónde está la evidencia… que me procesen…  quiero un juicio de logia… que los hermanos decidan si lo que hice estuvo mal…

            -Como usted quiera…

            Levantándose de su escritorio le respondió Santiago con una mirada vacía.

            El Hermano Santiago sintió miedo. Sabía lo que esas palabras implicaban. Él había sido un testigo silente de lo que Santiago le había hecho a 18 hermanos de logia. Más importante sabía que Santiago no tendría escrúpulos en hacerle lo mismo a él.

            Como tantas otras veces el Hermano Salomón bajó su cabeza ante su amo y sumisamente dijo,

            -Como usted diga Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro.

            Terminando de escribir su Carta de Renuncia la depositó en el apartado del Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro. No hubo despedidas o agradecimientos. Santiago no quería tener contacto con él.

            Con la entrega de su carta de renuncia el Hermano Salomón se resignó al exilio… al olvido. Sus años de servicio al Gran Oriente Nacional y Soberano valieron poco al momento de imponer una penalidad por su indiscreción.

            A los 6 meses de su renuncia todos habían olvidado quien había sido y lo que había hecho… y Santiago obtuvo a su blanquito… al casi ganador de la elección, el Hermano Dámaso.

viernes, 17 de octubre de 2014

La Tumba




Por Jeremías Martell

            Las carcajadas de Jeremías retumbaban por todo el cementerio. Invadiendo la triste soledad de esa pequeña necrópolis. Risa que retumbaba y se multiplicaba entre las olvidadas lapidas de personas olvidadas. Su risa era incontrolada… indigna. Las carcajadas de una persona que había perdido todos sus cabales. De una persona que sabía que nadie lo veía.

            Sentado en la tumba frente a la de Santiago, la risa de Jeremías era una combinación de mofa e incredulidad.

            -La tumba de un Ex Gran Maestro.

            Entre carcajadas, decía de forma burlona una y otra vez.

            -Patético.

            Proclamada para sí con destellos de furia y decepción en sus ojos.

            Los “hermanos de logia” siempre alardeaban de sus majestuosos edificios y templos (aunque no lo fueran)… Santiago sentía especial orgullo por el edificio del Gran Oriente Nacional y Soberano. Dentro y fuera de la logia Santiago se comportaba como una primadona. Se pavoneaba con medallas en su pecho y “emblemas y símbolos” de los más suntuosos que el Gran Oriente Nacional y Soberano pudiera pagar… un Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro se lo merecía.

            Ahora en la “tumba fría”, sin flores o adornos, estaban los restos de Santiago. Olvidados. En una simple tumba de cemento, pintada de color blanco... sin finas terminaciones. Con una pequeña tarja imitación a mármol que decía, “Santiago, Ex Gran Maestro”. Con un diminuto “símbolo de la orden” hecho de plástico. Símbolo que un par de años las inclemencias del clima lo destruiría.

            Para completar, las ironías de la vida, en el lote del cementerio donde habían puesto el cadáver de Santiago, tenía las iniciales del nombre de Jeremías… Santiago pasaría el resto de la eternidad sometido bajo el nombre de su adversario.

            Jeremías disfrutaba de estar sentado sobre la tumba de Santiago. Era tan dura como la tumba del frente, pero esta se sentía mejor. Su sonrisa hubiera aterrorizado a cualquier visitante al cementerio. Pero nadie estaba allí.

            Luego de unas horas, Jeremías se levantó de un sólo movimiento. Mirando la tarjurcha que decía “Santiago, Ex Gran Maestro”… Jeremías cumplió con la promesa que le había hecho a Santiago esa última vez que se vieron…

viernes, 10 de octubre de 2014

La Gran Logia Celestial… o tan sólo una tumba




Por Jeremías Martell

            Habían pasado unos 6 meses desde que Santiago había muerto… o como a los ‘hermanos de logia’ preferían decir:

            “Partió a morar al Oriente Eterno” o a la “Gran Logia Celestial” o “Sanctum Celestial”… “Pasó por la gran iniciación” o “transmutación” o “transición”… o algún otro de esos eufemismos cuasi religioso que se utilizan en las logias para no enfrentar la muerte; y dar la impresión de una mística continuidad…

            La muerte de Santiago fue un evento traumático para Jeremías. Su “gran” enemigo ya no lo era. A pesar que lo había derrotado, Jeremías consideraba que Santiago no había sufrido lo suficiente. Aunque le arrebato lo más preciado en su vida a Santiago… él quería que sufriera más.
La Ley del Talión, el “ojo por ojo” no era suficiente. El daño recibido tenía que ser devuelto, no multiplicado 3 veces, sino que por 100… por 1000. “Si alguien te abofetea la mejilla, destroza la de él”.

            Con su muerte, el mezquino Santiago, le negaba la orgásmica satisfacción de una venganza total a Jeremías. Ahora Santiago no agonizaría en impotencia al ver como Jeremías, poco a poco, desmantelaba su legado en la logia; desenmascara a todos los que fueron los amigos, colegas y lacayos; y destruía la “carrera” de su nieto  en la logia y el Gran Oriente Nacional y Soberano… con sólo hacer que todos supieran la verdad.

            Cuando Jeremías le quitó lo más preciado en su “vida de logias” a Santiago, no sintió triunfo…   sólo una momentánea elación. Seguido de un profundo sentido de vacío existencial. Con la notificación de la muerte de Santiago tampoco hubo alegría. Únicamente un gran sentido de pena… de pérdida. Por lo que ahora nunca seria suyo.

            De lo que en la muerte Santiago le había negado

            Seis meses más tarde de esa muerte Jeremías estaba en el cementerio para cumplir una promesa a ese que ya no estaba allí. La última vez que vio a Santiago, lo abrazó para despedirse, y le dijo en voz baja y al oído,

            -Miraré tu tumba, parado sobre ella reiré y después la orinaré…