viernes, 10 de octubre de 2014

La Gran Logia Celestial… o tan sólo una tumba




Por Jeremías Martell

            Habían pasado unos 6 meses desde que Santiago había muerto… o como a los ‘hermanos de logia’ preferían decir:

            “Partió a morar al Oriente Eterno” o a la “Gran Logia Celestial” o “Sanctum Celestial”… “Pasó por la gran iniciación” o “transmutación” o “transición”… o algún otro de esos eufemismos cuasi religioso que se utilizan en las logias para no enfrentar la muerte; y dar la impresión de una mística continuidad…

            La muerte de Santiago fue un evento traumático para Jeremías. Su “gran” enemigo ya no lo era. A pesar que lo había derrotado, Jeremías consideraba que Santiago no había sufrido lo suficiente. Aunque le arrebato lo más preciado en su vida a Santiago… él quería que sufriera más.
La Ley del Talión, el “ojo por ojo” no era suficiente. El daño recibido tenía que ser devuelto, no multiplicado 3 veces, sino que por 100… por 1000. “Si alguien te abofetea la mejilla, destroza la de él”.

            Con su muerte, el mezquino Santiago, le negaba la orgásmica satisfacción de una venganza total a Jeremías. Ahora Santiago no agonizaría en impotencia al ver como Jeremías, poco a poco, desmantelaba su legado en la logia; desenmascara a todos los que fueron los amigos, colegas y lacayos; y destruía la “carrera” de su nieto  en la logia y el Gran Oriente Nacional y Soberano… con sólo hacer que todos supieran la verdad.

            Cuando Jeremías le quitó lo más preciado en su “vida de logias” a Santiago, no sintió triunfo…   sólo una momentánea elación. Seguido de un profundo sentido de vacío existencial. Con la notificación de la muerte de Santiago tampoco hubo alegría. Únicamente un gran sentido de pena… de pérdida. Por lo que ahora nunca seria suyo.

            De lo que en la muerte Santiago le había negado

            Seis meses más tarde de esa muerte Jeremías estaba en el cementerio para cumplir una promesa a ese que ya no estaba allí. La última vez que vio a Santiago, lo abrazó para despedirse, y le dijo en voz baja y al oído,

            -Miraré tu tumba, parado sobre ella reiré y después la orinaré…

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