viernes, 21 de noviembre de 2014

El Fin… del Hermano Salomón




Por Jeremías Martell

            El Hermano Salomón escribía su Carta de Renuncia sin convicción en la faena. La escriba porque se la habían pedido. Porque había sido amenazado y se sentía coaccionado.La amenaza no era de daño físico… ni de muerte… a él o a sus seres queridos. Nada de eso. Era peor. La amenaza era a su honra… querían matar su nombre.

            Luego de años de fiel servicio al Gran Oriente Nacional y Soberano tenía que renunciar a la posición electa de Gran Secretario. Su posición. El Hermano Salomón había cometido una indiscreción.  De esas que son fácilmente justificables, simples de reprochar y enmendar. Ahora tendría que pagar… un precio muy alto. Ese es el precio que se le cobra a todo negro en la isla.

            Durante la pasada campaña electorera del Gran Oriente Nacional y Soberano el Hermano Salomón compitió por cuarta ocasión a la re elección por la silla del Gran Secretario. Como todo incumbente en una posición electiva tuvo una gran ventaja. Su nombre era mencionado casi semanalmente en todas las logias del país. Toda comunicación “de” y “al” Gran Oriente Nacional y Soberano llevaba su nombre. Al momento de votar por el próximo Gran Secretario, el hermano tendría muy presente en su memoria el nombre del Hermano Salomón.

            Aun así, que su nombre fuera reconocido, no era suficiente.

            Así que el Hermano Salomón comenzó a enviar cartas a  las logias sobre su intención de competir para la re elección. Luego enviando otras cartas donde resaltaba su “excelente labor como Gran Secretario”. Cartas que eran impresas con los recursos del Gran Oriente Nacional y Soberano. Incluía sus cartas entre la correspondencia oficial del Gran Oriente Nacional y Soberano que se enviaban constantemente a las logias.

            -Eso no es nada…  No son gastos extra. Las cartas se van entre los otros documento…
            Se justificó el Hermano Salomón.

            La popularidad por su “excelente labor como Gran Secretario” protegió al Hermano Salomón de los efectos politiqueros que sus cartas pudieran germinar durante la campaña electorera. Lo que nunca entendió fue que las cartas eran innecesarias para ganar las elecciones.
A nadie le sorprendió, excepto al Hermano Salomón, cuando cómodamente ganó las elecciones para Gran Secretario.

            Los perdedores no alzaron su voz en protesta. No pidieron recuentos. Ni hicieron escándalos. Ellos tenían otros medios para lograr esa silla. Ellos estaban dispuestos a “tranzar”. Eran tan buenos “hermanos de logia” que protegerían al Gran Oriente Nacional y Soberano y la dignidad de la Oficina del Gran Secretario. Sólo le pidieron al Muy Respetable e Ilustre Hermano Santiago la cabeza del Hermano Salomón.

            La petición que le hicieron a Santiago le causó gran dolor… él perdería al negro leal que le había servido como criado durante años.

            -Que importa.

            Se dijo a si mismo luego de una breve musa. El Gran Oriente Nacional y Soberano estaba lleno de lacayos en potencia, des testados deseos en servirle al Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro. Tal vez Santiago ahora lograría tener a un  criado blanquito, como los persas o árabes, eso le daría más estatus.

            Cuando Santiago le pidió la renuncia al Hermano Salomón, éste resistió la proposición.

            -Dónde está la evidencia… que me procesen…  quiero un juicio de logia… que los hermanos decidan si lo que hice estuvo mal…

            -Como usted quiera…

            Levantándose de su escritorio le respondió Santiago con una mirada vacía.

            El Hermano Santiago sintió miedo. Sabía lo que esas palabras implicaban. Él había sido un testigo silente de lo que Santiago le había hecho a 18 hermanos de logia. Más importante sabía que Santiago no tendría escrúpulos en hacerle lo mismo a él.

            Como tantas otras veces el Hermano Salomón bajó su cabeza ante su amo y sumisamente dijo,

            -Como usted diga Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro.

            Terminando de escribir su Carta de Renuncia la depositó en el apartado del Muy Respetable e Ilustre Gran Maestro. No hubo despedidas o agradecimientos. Santiago no quería tener contacto con él.

            Con la entrega de su carta de renuncia el Hermano Salomón se resignó al exilio… al olvido. Sus años de servicio al Gran Oriente Nacional y Soberano valieron poco al momento de imponer una penalidad por su indiscreción.

            A los 6 meses de su renuncia todos habían olvidado quien había sido y lo que había hecho… y Santiago obtuvo a su blanquito… al casi ganador de la elección, el Hermano Dámaso.

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